El Padrino: Creo en Coppola
- Mayra Heredia
- 29 nov 2020
- 2 Min. de lectura
Nadie hubiera previsto que El Padrino se convertiría en un gran éxito y mucho menos que el gánster, en manos de Francis Ford Coppola, se transformaría en un género perdurable en Hollywood, que volvió a la bella y trágica historia de los Corleone en un referente cinematográfico.

Pero ¿qué hace genial a El Padrino? En pocas palabras, su guion bien elaborado y su representación de personajes. Esta historia, bajo las revisiones de Mario Puzo, va más allá de la de una familia criminal y retrata a Estados Unidos como una nación de inmigrantes, un mundo fascinante de la mafia en donde Coppola describe muy bien las reglas del juego.
La belleza de algunas escenas juega una combinación cautivadora y de equilibro con la gota trágica de otras: los momentos agradables de la familia y la desgracia de la muerte. También se puede ver esta dualidad en los escenarios de la Italia rural comparados con la imponente ciudad de Nueva York.
Por otro lado, las actuaciones de Al Pacino y Marlon Brando, actores que Paramount no quería, terminaron por darle forma humana a los protagonistas y por dominar la pantalla grande en la década. El desarrollo de personajes a través de las situaciones que les toca vivir solo hace que uno quiera saberlo todo en las casi tres horas que dura esta película. A su vez, es importante recalcar las figuras con las que se queda el espectador: el patriarca Don Vito, el calculador Michael, el vehemente Sonny y el sabio Tom Hagen.

La cinta puede parecer lenta, pero considero que es la única forma en la que se puede contar, porque el enfoque es que se sepan las motivaciones de los personajes. Coppola y Puzo se tomaron el tiempo de configurar cada uno y darle atención a los detalles de sus personalidades, sino no hubiésemos visto la actuación de un elenco que desprendía realidad.
Luego está la dirección de Coppola, que no vio fácil realizar este filme. Le habían dado un presupuesto limitado del que se esperaba una ganancia rápida y no se quería la participación de ciertos actores. Sin embargo, las objeciones de Paramount, el estudio que adquirió los derechos de autor de la novela de Mario Puzo, felizmente no opacaron su visión y se logró una obra maestra merecedora de su reputación.
El Padrino es una película inusual, en el sentido de que humaniza a personajes que el espectador puede considerar “malos”. Es una historia convincente y bien interpretada. Un drama intrigante que concluye en una bella y funesta declaración de amor a la familia. Sin duda alguna, no se pierde con el tiempo y su antigüedad no importa para disfrutarla.
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