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La justicia imposible en tiempos de Montesinos

Mariposa negra es una película del 2006, basada en la novela Grandes Miradas de Alonso Cueto, con el guion de Giovanna Pollarolo y dirigida por Francisco Lombardi. Se contextualiza en el último año de la dictadura fujimorista, con la masificación de los diarios sensacionalistas y la gran estructura de corrupción, encabezada por Fujimori y Montesinos, durante el régimen.



Melania Urbina interpreta a Gabriela, profesora de Historia que está a punto de casarse con Guido, un respetable juez conocido por su lucha contra la corrupción, quien, en su transcurso laboral, es asesinado en extrañas circunstancias. Tras un tratamiento sensacionalista del asesinato, por parte de la prensa, Gabriela se verá motivada a limpiar la imagen de su prometido y a encontrar a los responsables de su muerte. Para lograrlo tendrá que sumergirse en la estructura de corrupción que rodea a Vladimiro Montesinos.


A lo largo de la filmografía de Lombardi es apreciable un marcado rechazo hacia la dictadura implantada por la dupla Fujimori-Montesinos, cintas como Ojos que no ven (2003) o Tinta roja (2000) expresan su discurso; sin embargo, en Mariposa Negra optó por reescribir la historia, buscar un final alternativo motivado por la venganza y el hartazgo de su protagonista. Así como Tarantino reescribió la muerte de Hitler, Lombardi representó un posible final a la vida de Montesinos.


Ojos que no ven (2003) desarrolla la historia alrededor de los "vladivideos" y Tinta roja (2000) el funcionamiento de la prensa sensacionalista durante la dictadura fujimorista.

Este rechazo no es solo a los políticos corruptos, sino a lo que representan y los envuelve. Para este caso, la prensa juega un rol determinante. La presencia de los diarios “chicha” y la manipulación de medios es una real carácterística de la dictadura fujimontesinista, y, en el film, una herramienta narrativa para el director, quien, a través de los periodistas expresa su voz de repudio hacia un sistema podrido y detestable. Sutil o no, el mensaje se comunica.


El foco de la historia sigue un trayecto de venganza que no reconoce límites inferiores a consumar la justicia por las propias manos, y esto último puede sonar hasta razonable, teniendo en cuenta el contexto del país. La película te hace saber que la verdadera justicia no existe, sino que se inventa a través de portadas y se ratifica con autoridades ciegas y mudas. Y si lo extrapolamos a nuestra realidad, ¿qué tan diferente es de la ficción? Los diarios chicha fueron reales, las autoridades corruptas también, las desapariciones también lo fueron. Es aquí cuando reconocemos que la película no usa un mundo ficcional como inspiración, sino un mundo real que ha superado a la ficción: el Perú del año 2000.


Sin embargo, en el contexto realista transcurren hechos ficcionales, el más potente de todos es el intento de asesinato de Vladimiro Montesinos por parte de Gabriela. Probablemente, la representación de uno de los deseos de gran parte de la población peruana posterior a la caída de la dictadura. Un deseo trasladado a un personaje que ha tenido que desprenderse de su color para convertirse en una mariposa negra que ya no tiene nada que perder.


La película acierta en su denuncia política y funciona como un retrato pesimista de un Perú dominado por las redes de corrupción y por la falta de justicia. Si bien cojea en la sutileza para enunciar su discurso, aún pretende ser un medio de denuncia a través de una historia interesante y acelerada, por momentos. Esta cinta debe ser vista entendiendo su contexto histórico y reconociendo a Montesinos como un villano que existió, que aún vive y que no murió ni en la ficción.



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