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Poética del albatros: El arte como herramienta para acceder a la unidad en la poesía de Baudelaire

¿Es un prejuicio atribuido al simbolismo su aparente desvinculación de los problemas y conflictos sociales? ¿O se trata más bien de que la mirada del poeta simbolista está mediada por la acción de la cultura y el arte como instrumentos y herramientas que vinculan tanto al hombre como a la naturaleza? Son preguntas perfectas para animarnos a leer y analizar "Correspondencias"; de Charles Baudelaire en su poemario "Las flores del mal".

El simbolismo o símbolo dentro del campo de la literatura es un término que conlleva múltiples problemas de significación; por lo que es necesario una delimitación del concepto como un período de la historia literaria que comprende los años finales del siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial, según la periodización de Wellek. Una vez hecha esta aclaración, se puede hablar de una figura muy importante para este movimiento, Charles Baudelaire, pero no como miembro de este, sino como uno de sus precursores.


A continuación, se analizará uno de los poemas de la obra Las flores del mal; se trata de «Correspondencias». La selección de este soneto radica en el título, pues refiere a una característica propia de la estética simbolista, la cual, por medio del uso de símbolos o el arte propiamente dicho, corresponde o vincula dos entidades del mundo real en las que inevitablemente se encuentra inscrito la figura del poeta. Bien, en este poema en particular, se establece una vinculación o una correspondencia entre la naturaleza y el mundo interior del yo poético.


Sin embargo, esta vinculación no es directa, sino que se requiere de un medio o herramienta que permita establecer la relación propuesta; sin la cual, incluso, se puede llegar a asumir que se está hablando de un mundo trascendente, que va más allá de la realidad que conocemos; por ello, para evitar estas sobre interpretaciones, se debe analizar el primer párrafo del poema de manera aislada, con el fin de identificar la relación propuesta inicialmente:


La naturaleza es un templo cuyos vivientes pilares,

Dejan a veces escapar confusas palabras.

El hombre pasa allí a través de bosques de símbolos,

Que lo observan con miradas familiares.


En este cuarteto se identifica la existencia de dos componentes ubicados en dos extremos complementarios y que se relacionan gracias a la analogía que se establece entre ellos: la naturaleza y el hombre. A su vez se evidencia la presencia de un tercer elemento, que en el poema aparece en la forma de “bosques de símbolos” o, en el primer verso, como “vivientes pilares”, que vendrían a representar a la cultura, al arte en sí, como el único medio por el cual el hombre o el poeta simbolista como tal puede acceder al entendimiento y al conocimiento de su propia existencia reflejada en la naturaleza.


Esta relación no es ajena, pues ya se había observado en la poética romántica, en el que el artista se ve reflejado en la naturaleza y se encuentra a sí mismo en él; no obstante, el Simbolismo adquiere una mayor trascendencia porque reivindica una poesía autoconsciente, cuestionando el lado intimista y subjetivo, propio del romanticismo, trascendiendo de esta manera a un plano más reflexivo, en el que el verdadero valor del poeta radica en el trabajo estético que impregna a su obra, en la que no basta la intervención de la razón, sino que se requiere de algo mucho más elevado.


Así pues, en los versos restantes se empieza a esbozar de manera más

evidente y detallada la correspondencia naturaleza-hombre, que en primera

instancia vincula dos entidades diferentes, pero terminan fusionándose de alguna

manera en una unidad gracias a la intervención del arte como conocimiento

trascendente:


Cómo largos ecos que de lejos se confunden

En una tenebrosa y profunda unidad

Vasta como la noche y como la luz

Los perfumes, los colores y los sonidos se responden.


Hay perfumes frescos como carne de niño,

Dulces como los oboes, verdes como las praderas,

Y hay otros corrompidos, ricos y triunfantes,

Que tienen la expansión de las cosas infinitas,

Como el ámbar, el almizcle, el benjuí y el incienso,

Que cantan los transportes del espíritu y los sentidos.


En conclusión, es imprescindible que el análisis, no solo de este poema, sino

de todo lo que comprende la poética de Baudelaire en particular y el Simbolismo en

general, parta de tomar en cuenta las características de esta tendencia vinculadas al

poeta como sujeto creador de una obra trascendente a sí mismo gracias al trabajo

artístico.


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